CURSO DE INICIACIÓN A LA ALTA MONTAÑA (I) (Prácticas sobre el terreno)

Cuenta aquél a quien nadie quiere escuchar que el piolet evolucionó de un primitivo ancestro alpino que usaban los pastores suizos para moverse con más seguridad por la nieve: el Alpenstock. En un principio un simple palo, ¡un palo!, a modo de nuestra castiza garrocha, con el que se ayudaban hundiéndolo en la nieve, apoyándose y a veces, como pértiga para salvar obstáculos. Técnica que a este narrador le consta utilizaban los pastores de acá para bajar, por ejemplo, gleras de grava. Portaban asimismo una azuela o azada (ajada diríamos también por aquí) al cinto para tallar escalones en hielo y nieve dura, y así sacaron al inefable Russel de más de un marrón sus sherpas particulares (“H. Russel: Recuerdos de un montañero”), en una época en la que los crampones no existían o consistían en cuatro pinchos sujetos a la bota con correas.

A alguien se le ocurrió atar el hacha al extremo superior del bastón y ¡zas!, nació el piolet. No lo patentó, y no consta por tanto el nombre de su inventor. Con el tiempo fue menguando en longitud y creciendo en calidad, al igual que los crampones, de hasta 14 puntas algunos y sujeción automática.

 

 

Y a la par que el material, evolucionó la técnica. Que si piolet bastón, que si escoba, tracción…que si cógelo así, la punta hacia atrás, fuera dragonera, clava todas las puntas que para eso están, separa un poco los pies… Y a ello nos aplicamos el domingo del cursillo en unas pequeñas laderas majetas que aún conservaban milagrosa nieve a una distancia razonable de Astún (una hora de marcha) y durita por el rehielo nocturno, ideal para progresión con crampones y autodetenciones. ¡Autodetenciones! ¡La bestia negra de todo cursillo de alpinismo! A nadie le gusta croquetear por el suelo. Pero ahí nos llevamos una sorpresa. L@s cursillistas se tiraban como niñ@s por el tobogán, cabeza abajo, cabeza arriba, del derecho, del revés… “¿Puedo otra vez??” “Me tocaaa” “Primeeer” “¡Aparta que voy!” “¡Pistaaa”!… Alucinante. Aún dio tiempo antes del almuerzo a rapelar y asegurar en dinámico desde anclajes en nieve, seta y piolet enterrado, para después acabar con los ejercicios de rescate con DVA, pala y sonda. Recuperaron a varias víctimas de aludes, todas vivas, con ligeros síntomas de hipotermia.

Y es que tuvimos un grupo de alumn@s ideales. De es@s que te piden más deberes (“Sólo de la página 32 a la 486 para mañana? ¡Qué pocas! ¡Jo, profe, enrollate un poco!”). Incluso escuchaban con atención las chapas del que suscribe, en alguna ocasión incluso casi hasta el final.

Compréndase: era el primer curso de alta montaña con este formato, con monitores noveles que andábamos las semanas previas con flojera intestinal por el resultado.

El día anterior sábado habíamos tenido los talleres de rocódromo con simulaciones de maniobras de lo que algún día podrá ser en roca: rapel autoasegurado, triangulaciones para asegurar en estático desde una reunión, dispositivo para progresar por cuerda en autorrescate…

Con una disposición estupenda por parte de todos desde el principio salió todo mejor de lo planeado. Y un diez para el rocódromo Indoorwall de Jaca, que nos facilitaron la labor poniendo todos los dispositivos solicitados a nuestra disposición y nos reservaron un tramo de panel para nosotr@s sol@s.

Por la tarde antes del cerveceo hicimos la sesión de colocación y ajuste correcto de crampones, precaución obligatoria antes de cualquier salida de alta montaña, y nos instalamos en el albergue de Villanúa para cenar y pasar la noche, acostándonos temprano pues el domingo había que madrugar para no toparnos con esquiadores de camino a los talleres de nieve ya relatados.

En fin, al final disfrutamos todos dos días de actividades en medio de un ambiente fenomenal.

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